Con el descenso de las temperaturas la piel se nutre y oxigena peor. Y es que, para tratar de combatir la pérdida de calor corporal, se reduce el flujo de sangre en las capas más externas de la epidermis.
En los meses más fríos del año necesitamos estabilizar la barrera hidrolipídica para proteger la piel frente a la pérdida de hidratación. Invierte en cosméticos con ceramidas, los lípidos que se encuentran de manera natural en la piel y que son esenciales para manterla suave y lisa. Sin ellos, la piel se irrita y se vuelve seca y reactiva. También son fundamentales sustancias hidratantes y aceites nutritivos. Resultan muy útiles aceites como el de almendras, macadamia, jojoba o la manteca de karité.
PIEL MÁS RESECA Y TIRANTE
En otoño e invierno las glándulas sebáceas reducen su actividad, y la piel tiene mayores dificultades para retener el agua en su interior. Con la llegada del frío se hace necesario usar una crema más densa, untuosa y rica en nutrientes. Busca ingredientes como el ácido hialurónico, la glicerina y las ceramidas.
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Y si tu piel da muestras de extrema sequedad (descamaciones, tirantez, etc.) utiliza una crema ultrarreparadora.
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Si no tienes tiempo durante el día de aplicarte una mascarilla facial (se trata de una buena inyección de hidratación intensiva), recurre a las mascarillas nocturnas, que actuarán mientras duermes. El resultado es una piel reparada e hidratada.
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LÍNEAS DE EXPRESIÓN Y ARRUGAS MARCADAS
Cuando la piel no se hidrata lo suficiente, los signos de envejecimiento se hacen visibles.
Además de invertir en un buen contorno de ojos y de boca, enriquece la dosis de crema hidratante que utilices a diario con un “booster” hidratante intensivo. Este cosmético aporta confort y elasticidad a la piel.
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También puedes mejorar el nivel de hidratación desde el interior, aumentando el consumo de zanahoria, calabaza, orejones, mango, papaya o caqui, ricos en betacarotenos y en agua.