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ROJECES Y OTRAS IRRITACIONES
Las pieles más finas y claras suelen ser más propensas al enrojecimiento cutáneo, ya que tienen debilitada la barrera protectora de la piel.
Especialmente en los meses de otoño e invierno, emplea una hidratante de día y de noche que calme la piel y suaviece las rojeces, unificando el tono del rostro formulada con ingredientes como centella asiática o caléndula.
Ademas, utiliza un desmaquillante facial extrasuave, como el agua micelar o un limpiador facial sin jabón.
Evita los cambios bruscos de temperatura y evita el alcohol y la comida picante.
FALTA DE LUMINOSIDAD
El frío, por otro lado, ralentiza la renovación de la piel, lo que provoca la acumulación de células muertas en su superficie. Esto, sumado al menor aporte de nutrientes que recibe, hace que se vea más mate y apagada.
Activa la luz natural de tu piel exfoliando tu rostro con más frecuencia y usando una crema de noche con retinol, un activo que, aparte de preservar la juventud de la piel, la alisa sutilmente.
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Y utiliza una hidratante de día revitalizante (con vitamina C, ginseng…) o enriquece la que ya utilizas con unas gotas de aceite.
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LABIOS AGRIETADOS Y PELADOS
Las bajas temperaturas son especialmente crueles con la fina piel de los labios, exenta de glándulas sebáceas y de melanina. Debido a estas dos particularidades, tienen grandes dificultades para, por sí solos, mantenerse hidratados y protegidos del viento, el frío, el sol y la calefacción.
Lleva siempre encima un bálsamo labial enriquecido con manteca de karité o manteca de cacao. Si se te resecan hasta el punto de agrietarse, bebe más agua (2 litros) y asegúrate de que tomas suficientes grasas buenas: frutos secos, semillas, pescado azul, aguacate, aceite de oliva, etc.