La piel de nuestro cuerpo también sufre el paso del tiempo y, al igual que la del rostro, requiere de cuidados específicos para mantenerse joven durante más tiempo.
Cuando se trata del cuidado de la piel tendemos a centrarnos en el rostro, nos preocupan las arrugas o manchas, dejando olvidadas las necesidades de la piel del resto del cuerpo.
Pero algunas señales del envejecimiento son a menudo bastante evidentes en la piel del cuerpo, sobre todo si no hemos sido tan cuidadosos a la hora de protegerlo de la exposición al sol como quizá lo hayamos sido con el rostro. La piel necesita que la hidrates, la protejas del sol y le facilites los nutrientes necesarios para evitar la sequedad extrema y el descolgamiento, dos de los síntomas más visibles de que tu cuerpo también envejece.
Existen diferencias estructurales de la piel del cuerpo respecto a la del rostro:
– Las diferencias más importantes se encuentran a nivel de la dermis (la segunda capa de la piel), que en el cuerpo resulta ser mucho más gruesa que la de la cara. En cuanto a la primera capa, la epidermis, es muy similar, salvo en zonas de extremado roce como las palmas de las manos y la planta de los pies.
– Por otro lado, la superficie corporal no presenta tantas glándulas sebáceas como la del rostro, incluso en ciertas zonas como los antebrazos, las caderas y los muslos, no existen. De esta manera el manto hidrolipídico no protege lo suficiente, por lo que la piel se fragiliza mucho más.
– Los lípidos también son insuficientes en el cemento intercelular de la capa córnea (el nivel más superficial de la epidermis), lo que perjudica la cohesión celular y facilita la descamación.
La falta de lípidos y de glándulas sebáceas en buena parte de la superficie corporal tiene consecuencias negativas sobre la estructura y la hidratación de la piel.
– La piel del cuerpo está sometida a numerosas agresiones. Es cierto que está menos expuesta al sol que la piel del rostro (excepto algunas zonas como el escote o las manos), pero sufre a diario los roces de las prendas de vestir que la secan y favorecen su deshidratación, sobre todo las fibras sintéticas. A esto hay que añadir las variaciones de peso (regímenes, embarazos…), que tienden a distender la piel, perdiendo su elasticidad.
– Como factores externos añadidos, hay que tener en cuenta la falta de ejercicio moderado constante, que mejoraría el tono de la piel, y los hábitos alimenticios incorrectos, que contribuyen al aumento de la grasa y descolgamiento cutáneo.
VER Post CÓMO ENVEJECE LA PIEL DEL CUERPO
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