Las manchas en la piel son el resultado de la alteración de su pigmentación normal. Pueden deberse a motivos diversos:
La propia genética y edad.
Una excesiva exposición al sol (sin la protección adecuada).
Variaciones hormonales (por ejemplo, durante el embarazo). También la utilización de anticonceptivos orales.
Consumo de ciertos medicamentos (los fotosensibilizantes).
Tabaco.
También algunos perfumes (cuidado con derivados del aceite de bergamota!) e incluso edulcorantes artificiales, pueden favorecer su aparición…
Podemos identificar cuatro tipos de manchas en la piel:
– Pecas: aparecen y se acentúan con el sol. Son más frecuentes en pieles muy claras.
– Lunares: Surgen en cualquier zona y no varían con el sol.
– Léntigos o manchas solares: las denominadas manchas de la edad. Aparecen en las zonas más expuestas al sol (cara, escote, dorso de las manos…).
– Melasma: su color es marrón claro y se deben a predisposición genética y cambios hormonales. Suelen aparecer en rostro (frente, pómulos y labio superior).
Conviene diferenciar las manchas solares de el melasma:
Las manchas solares o lentigos son provocadas por el fotoenvejecimiento cutáneo acumulado tras años de excesos de sol y están ligadas a la edad (con los años su aspecto empeora y su número aumenta). El melasma consiste en la aparición de manchas de origen hormonal, no provocadas directamente por el sol pero que empeoran ante la exposición solar.
Para combatir las manchas cutáneas intenta evitar los agentes que pueden estar provocándolas (exposición solar sin protección, medicamentos…). Es muy importante aplicar principios activos despigmentantes lo antes posible, ya que las manchas recientes responden mejor a los tratamientos que las antiguas (con más de 5 años de evolución). Esto se debe a que con el paso del tiempo, la melanina traspasa la epidermis y se ubica en zonas más profundas.
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