Con el paso del tiempo, dos tipos de arrugas surcan el rostro. Las horizontales, arrugas de expresión también llamadas “de la felicidad”, y las verticales, mucho más profundas, y que son resultado de la contracción de ciertos músculos y del efecto de la gravedad. Estas últimas aparecen más tarde y dan una imagen cansada y triste del rostro.
Entre este tipo de arrugas nos encontramos las siguientes:
– Las arrugas del ceño.
– Los surcos nasogenianos, a ambos lados de las aletas de la nariz.
– Las “líneas de marioneta”, que enmarcan el mentón.
– El “código de barras”, formado por las arruguitas situadas entre el labio superior y la base de la nariz.
Las arrugas verticales molestan mucho porque, incluso con la piel descansada, son muy evidentes. Su origen se vincula a una pérdida progresiva de la densidad cutánea y del afinamiento de la unión dermo-epidérmica.
Estas arrugas son las principales responsables de un rostro triste. Las arrugas horizontales son percibidas como marcas positivas de expresión, sin embargo, las verticales tienen siempre una connotación negativa. Las arrugas verticales se forman a partir de la contracción de ciertos músculos del rostro situados bajo la piel: los músculos corrugadores permiten elevar las cejas, el músculo nasolabial crea las arrugas nasogenianas, etc.
Resultan más difíciles de corregir que las líneas de expresión horizontales. Para mejorar su aspecto resultan muy útiles la gimnasia facial, los hidratantes con efecto reafirmante, y los que poseen activos como el retinol entre sus componentes.
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* Conviene recordar que no deben utilizarse aceites esenciales sin diluir directamente sobre la piel, salvo excepciones (los aceites de lavanda y árbol de té bajo determinadas condiciones).
