CÓMO CUIDAR LA PIEL

A medida que envejecemos comienzan las arrugas, las líneas de expresión, las manchas, los depósitos de grasa localizada y la flácidez.

Estos síntomas aparecen por dos motivos principales:

– El primero depende de procesos relacionados con la genética, las hormonas y la desaceleración natural del metabolismo. Los dermatólogos los llaman factores intrínsecos, y no se pueden evitar.

– Pero sí se puede actuar sobre los factores externos. El sol, el humo, el exceso de alcohol, la deshidratación… Nuestros hábitos y los factores ambientales nos afectan, pero bastan algunos sencillos cuidados para retrasar los efectos del tiempo.

El tabaquismo provoca vasoconstricción, una disminución del diámetro de los vasos sanguíneos. Las consecuencias son una mayor dificultad para oxigenar los tejidos, arrugas precoces y coloración amarillenta de la tez.

En definitiva, los estudios demuestran que el cigarrillo puede causar más estragos que el propio sol. Y lo mismo ocurre cuando abusamos de las bebidas alcohólicas. El alcohol estimula la formación de radicales libres, unas moléculas inestables que dañan las células.

La excepción es el vino tinto, que consumido con moderación previene la aparición de esos radicales libres, gracias a su contenido en resveratrol, una sustancia antioxidante presente en la uva negra.

En la lucha contra el deterioro de la piel evitar el sol es básico. Cuando incide sobre nuestro cutis, la radiación solar es absorbida por las moléculas y transformada en calor. Este proceso provoca daños en el ADN y, con el tiempo, acabará causando la aparición de manchas y arrugas.

De los diferentes tipos de radiación (luz visible, infrarroja, etc) dos son las más dañinas: la ultravioleta del tipo A (UVA) y la ultravioleta del tipo B (UVB). Esta última es la que causa las típicas quemaduras solares, pero no consigue penetrar profundamente, por lo que solo afecta a la capa más externa, la epidermis, donde se encuentran las células que defienden y protegen la piel del sol.

Los UVA, sin embargo, no dejan señales visibles de los daños que provoca; penetran en la dermis (la segunda capa de la piel), donde pueden alterar las fibras de elastina y colágeno, fundamentales para que el cutis tenga un aspecto saludable.

El colágeno es una molécula estructural presente fuera de las células que otorga firmeza; y la elastina, una estructura elástica que permite que la epidermis recupere su forma original cuando se estira.

Sus fibras funcionan como las de una goma: cuando están nuevas, se pueden estirar todo lo que se quiera y vuelven a quedar intactas después de soltarlas. Pero cuando son antiguas, no vuelven a recuperar la forma original.

En el cuerpo, el colágeno y la elastina disminuyen de manera natural con el paso de los años, pero las alteraciones provocadas por los rayos UVA pueden acelerar el proceso.

Por todo esto hay que utilizar un protector solar o crema con FPS, que se debe aplicar todos los días, incluso los nublados o lluviosos.

Además, hay que evitar las exposiciones prolongadas; Se trata de evitar las alteraciones provocadas por la radiación ultravioleta y así prevenir el envejecimiento precoz, las manchas y el cáncer de piel.

También hay que tener en cuenta que la piel necesita ser alimentada. Dos maneras de hacerlo son beber agua para eliminar residuos, y seguir una dieta equilibrada.

Y por supuesto, tenemos que hidratar la piel vía tópica. Es muy recomendable utilizar productos con ingredientes como las vitaminas A, C y E, que son antioxidantes (la vitamina C también ayuda a eliminar las manchas) y el ácido hialurónico, que devuelve el vigor a los tejidos.

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